sábado, 26 de enero de 2013

IMAGINARIOS URBANOS. ARMANDO SILVA

LIBRO IMAGINARIOS URBANOS. ARMANDO SILVA

Imaginarios Urbanos es un excelente material bibliográfico para las y los interesados en los estudios urbanos. Armando Silva considera que las ciudades se han transformado a tal punto que se puede afirmar la existencia de un urbanismo sin ciudad, ya que los imaginarios urbanos adquieren una connotación global, dada por la relevancia de los medios de comunicación y las tecnologías. 

martes, 22 de enero de 2013

LA ZONA DE TOLERANCIA EN POPAYÁN. 1930-1940



"A una civilización que elimina las diferencias, la historia debe devolverle el sentido perdido a las particularidades". Philipe Aries, 1983

Como se ha venido señalando, los discursos sociales y las prácticas sociales no van por caminos separados sino que se articulan, se complementan, aunque sean de naturaleza diferentes, conservando su especificidad e irreductibilidad. La “Zona de Tolerancia” en Popayán, es parte esencial del tiempo de las prácticas de la ciudad. Prácticas de mujeres y hombres, que tienen estrecha relación con el mundo nocturno de Popayán. Un mundo en el que sus habitantes otorgaban licitud a unos comportamientos y actividades de la vida en la ciudad, sancionados e ilegitimados por las autoridades locales y que hacen parte de la historia urbana de Popayán. La vida erótica, sexual, colorida, festiva, ebria, conflictiva, apabullante, que estallaba en medio de las luces tenues y sonoridades de burdeles y cantinas. “Embrujo del Trópico” era uno de esos burdeles de Popayán, que en 1930 ofrecía a los habitantes y forasteros de la ciudad los fugaces placeres de la vida nocturna. El universo que se entretejía en las cantinas y burdeles de Popayán, constituían otro orden y experiencias de lo urbano, que re-significaban las formaciones discursivas de ciudad elaboradas desde la élite local, a partir de sentidos diferenciales de habitar, recorrer y nombrar los espacios urbanos.   

La Zona de Tolerancia en Popayán mediante decreto se delimito así:
“La carrera 7ª de norte a sur, desde la calle 10 hasta la calle 13, ésta hacia el occidente, hasta el cruce en la carrera 9ª, ésta hacia el norte, hasta el cruce con la calle 12, ésta hacia el oriente, hasta la carrera 7ª entre calles 10ª y 12. Quedan emprendidas dentro de esta zona, las carreras 8ª y 8ª bis y la calles 12 bis, únicamente entre las calles 12 y 13.”[1]  

Los limites urbanos más que un aspecto topográfico e indicativo de calles y carreras denotaban un aspecto social y cultural de sus pobladores. Las autoridades políticas y policivas, delimitaron y nombraron una zona de Popayán para que allí se ubicaran los bares, las cantinas, las casas de lenocinio y transitaran los borrachos y las prostitutas. Valiéndose de su poder excluyeron y confinaron dentro de límites urbanos una parte de los habitantes de la ciudad, que por sus prácticas fueron condenados al señalamiento, la vigilancia y descrédito social.

Fuente: http://www.vallenajerilla.com/vino/cantina.gif

Lo que pretendían las autoridades locales era mantener en control y vigilancia las conductas particulares y colectivas de los hombres y mujeres que recorrían la Zona de Tolerancia. Los que frecuentaban y vivían en esta zona de Popayán, eran descalificados moral y socialmente y esta descalificación moral y social debía servir como ejemplo y medio de persuasión para que los “buenos cristianos” de Popayán no traspasaran el limite físico y quedaran expuestos a los desenfrenos y tentaciones que se encontraban en este espacio de la ciudad. Los discursos morales impartidos por los curas en las iglesias de la ciudad complementaban las formas de control policial y social. Pese a la persuasión, la vigilancia y el miedo al castigo divino y terrenal, las gentes de Popayán se entregaban a la fiesta, los juegos, la bebida, la sexualidad, la infidelidad y la violencia. 

El rigor político, policial y social con que se quería constreñir a los y las que transitaban por la Zona de Tolerancia, se evidencia en la severidad con que se sancionó y excluyó a las prostitutas de Popayán. El decreto número 23 del 26 de septiembre de 1930 estableció:
“(...) Por el cual se fija el barrio en que deben residir las prostitutas y se dictan otras disposiciones. (...) Artículo 1°- A partir del (15) quince de octubre de este año las prostitutas residentes en esta ciudad concentrarán sus habitaciones o viviendas en el sector de la población comprendida entre las carreras 7ª y 8ª con las calles 10ª y 11ª (...) Artículo 3°- Prohíbase la concurrencia de las prostitutas a los cines, teatros y otros lugares de esparcimiento, como clubs y cantinas centrales de la ciudad. Las que asistieren a algunos de estos lugares serán retiradas por la policía, y la que desobedezca al encargado de cumplir la orden será castigada con multas o arresto de treinta a sesenta días, o será expulsada del distrito. Artículo 4°- Prohíbaseles, igualmente, transitar por las calles centrales de la ciudad, con excepción de los días viernes en que pueden hacerlo libremente con el fin de verificar sus compras en el comercio o en los mercados. La transgresión a este artículo será castigada con multas de cinco a veinte pesos (...)[2] 
La denominada Zona de Tolerancia se convirtió en un punto neurálgico de la vida social payanesa. Era un sector comercial de la ciudad y un referente urbano importante, tanto para los habitantes de Popayán como para los turistas, que generaba diversas miradas y puntos de vista. 

Es reiterativo en las declaratorias judiciales referirse a la Zona de Tolerancia como un espacio de diversión, “chanzas” y fiesta. Pero para otros y otras la Zona de Tolerancia era un espacio pecaminoso, peligroso e inmoral de la ciudad, el área de las cantinas y los burdeles donde habitaban las mujeres “del mal vivir”.
“(...) Por el cual se controla el ejercicio de la prostitución en la ciudad, se reglamenta el funcionamiento de cantinas, bares, cabarets y demás establecimientos similares por las frecuentes quejas sobre los escándalos y malas conductas de las mujeres del mal vivir.(...)”[3] 
Fuente: http://urbatorium.blogspot.com/2009_12_01_archive.html


A partir de 1930 para la Zona de Tolerancia en Popayán, se expidieron considerable número de decretos, en los que se reglamentaba el funcionamiento de las cantinas y las casas de lenocinio en este sector de la ciudad, por los escándalos que allí se producían. Escándalos que alteraban la armonía social.


En Popayán se construyeron y vivieron dos escenarios urbanos importantes en la primera mitad del siglo XX, uno el que se edifico en el centro de la ciudad con su arquitectura colonial, sus monumentos, su ambiente intelectual, religioso y sofisticado y otro el que se constituyo en las periferias con la Zona de Tolerancia, un espacio oscuro, escandaloso, tenebroso, deslucido. Cada uno de estos espacios fue fundamental en la idea de ciudad que cada uno de sus habitantes tenia al hacer sus recorridos urbanos. 


Aunque el IV centenario de Popayán sirvió para que las élites organizaran los espacios urbanos, escenificando su hegemonía a través de arquitecturas, monumentos, pinturas, renombres, etc., y de tal forma que pudieran tener control sobre la sociedad, politizando los espacios públicos y regulando la vida de sus habitantes en estos; la Zona de Tolerancia es expresión del universo de las prácticas de hombres y mujeres que no se sometieron a las rígidas estructuras discursivas, morales y estéticas de la ciudad . La Zona de Tolerancia en Popayán, circunscrita entre el bien y el mal, entre el demonio y la ciudad de Dios, fue en el siglo XX un desafío que seguirían enfrentando las ciudades en ese camino hacia su modernización.



[3] Libros de decretos. Archivo Alcaldía de Popayán. 

[2] Libros de decretos. Archivo Alcaldía de Popayán.

[1] Libros de decretos. Archivo Alcaldía de Popayán.

EL TIEMPO DE LAS PRÁCTICAS


El tiempo no “camina” ni veloz ni lento: todo hecho es igualmente irreversible. Por el contrario, el ritmo del tiempo cambia notablemente según los períodos históricos.
Ágnes Heller

Galería Central, calle 7ª y carrera 6ª. Popayán 1930

El tiempo de las prácticas en Popayán, abre el cerrojo a los mundos posibles de ser, hacer y estar en la ciudad. Son tiempos indiscernibles pero organizados a partir de las prácticas de sus habitantes, donde se hacen y deshacen los valores individuales y las relaciones sociales. Tiempos que nos relacionan horas, días, años, pero más allá de eso son tiempos que desnudan otro cuerpo simbólico, social y cultural de la ciudad. En este sentido, los expedientes judiciales encontrados son reveladores de la esencia del tiempo social y de la vida misma que atravesaba la ciudad de las prácticas en Popayán y que permite sustraer parte de esa realidad silenciada por la ciudad del discurso letrado. Ya no es el tiempo lineal y encubridor del discurso letrado, es un tiempo zigzagueante, desequilibrado y desintegrado social y moralmente, en el que los hombres y mujeres reñían y resolvían su vida en la inmediatez de sus necesidades.

Una dimensión importante del tiempo y la vida social en Popayán, era la noche y la vida nocturna. Muchos habitantes de Popayán de acuerdo a la regulación cristiana del tiempo, consagraban la noche al sueño, al descanso, era el final del día y de las jornadas de trabajo. Era el momento para compartir un rato en familia y agradecer a Dios las bendiciones recibidas antes de dormir. Para otro(a)s era la continuidad de sus actividades o el inicio de otras, horas robadas a las rutinas diarias y comportamientos liberados de la vigilancia y presión social.

La noche se convertía en una posibilidad económica, de diversión, de romance, de placer, de encuentros casuales o el momento preciso para el hurto. El encanto de la noche traía a Popayán fugaces placeres a los hombres y mujeres, que encontraban en la oscura ciudad una liberación de sus instintos y deseos, reprimidos por la vigilancia religiosa, política y social, vigilancia que se relajaba en las noches.

Relaciones furtivas e “ilícitas” se consolidaban en las oscuras noches payanesas. Todo empezaba en las cantinas o bares que a su vez funcionaban como casas de lenocinio, al ritmo de la música y del licor, conversaciones entre amigos y “chanzas”. La fiesta y el baile se apoderaban de los cuerpos y el juego del coqueteo entre hombres y mujeres hacía su aparición. Las meretrices entraban en escena, las más jóvenes tenían diez y ocho años y trabajaban para el o la dueña(o) de la casa de lenocinio quien les designaba una pieza para que vivieran allí, era la dueña o el dueño del establecimiento, quien autorizaba los encuentros íntimos y los permisos para que las meretrices pudieran salir del establecimiento en compañía de algún hombre. Transcurría la noche y los cuerpos excitados de hombre y mujeres invadidos por el licor, después del romance entraban en conflicto. 


En la mayoría de ocasiones los encuentros amorosos y sexuales terminaban en riñas y escándalos callejeros producto de las “borracheras” y los celos. Algunas meretrices disputaban entre ellas, por celos la compañía de determinado hombre, se insultaban y reñían propiciándose graves heridas.
“Me llamo Elisa Arango, vecina de esta ciudad, soltera, meretriz, mayor de edad, alfabeta y sin motivo de tacha legal. El sábado veintiuno de los corrientes, siendo las seis de la tarde más o menos, llegó a mi establecimiento de cantina, sito en la calle doce, Teresa Arrubla con unos jóvenes que estaban disfrazados con motivo de los carnavales y sin pedir nada de bebida se pusieron a bailar, y como María Amalia Jaramillo estaba bailando con Adaucio Sánchez, se disgusto Teresa por eso y principio a echarle sátiras y salio enseguida con los compañeros sin que María Amalia le hubiera parado bolas al asunto.Luego como de la una a las dos de la mañana (...) regreso Teresa Arrubla, acompañada con Alba N. y Nely N que viven donde Luís Álvarez, estando disfrazada Teresa, principio a bailar y hablar de Adaucio alias “farolito” y de hija de puta refiriéndose a María Amalia y decía que lo que era a esta puta le vaciaba las tripas, y que con el macho de ella nadie se metía, entonces el cantinero Alfonso Arango, le dijo que no buscara pleito a las muchachas del establecimiento y Teresa le dijo que si le dolía mucho que se metiera con ella, que también lo vaciaba. Como en este momento María Amalia estaba bailando con un tipo desconocido, saco la navaja Teresa y aprovecho en el momento que María Amalia le dio la espalda y le dio dos chuzones en la espalda y enseguida salió corriendo, para la cantina de Luís Álvarez en donde vive. Después de eso al ver que estaba herida María Amalia, yo fui y llame a dos agentes de policía quienes me dieron la protección e inmediatamente se fueron a donde Luís Álvarez y sacaron a Teresa quien se había escondido en una pieza y la condujeron al Permanente y a la herida al hospital a la curación de urgencia.”[1]
Expediente por lesiones personales. 1942 
Fuente: Archivo Palacio de Justicia
En el día la mendicidad era una de las prácticas sociales que más se hacía evidente en Popayán en las primeras décadas del siglo XX. Los pobres, los desamparados y los que tenían alguna discapacidad física, hombres, mujeres y niños, recorrían las calles en busca de la limosna de los “buenos hijos de Dios” que habitaban en Popayán.
De una sociedad tan religiosa, tan conventual, con tanto acatamiento por los mandamientos cristianos, como se definía Popayán en el discurso, que en el IV centenario honró a Toribio Maya como símbolo de la caridad payanesa, se esperaría la misericordia hacía el prójimo sin rechazo alguno, sin embargo para la élite de la ciudad, la indigencia era motivo de repudio, temor y consideraban que los indigentes daban mal aspecto y amedrentaban a propios y turistas a su paso. 

Para evitar las “impertinencias y molestias” que ocasionaban los indigentes a los habitantes de la ciudad, la élite política de Popayán reglamento esta práctica. Consideraban que era alarmante el número de indigentes que imploraban la caridad pública y que muchas de estas personas podían trabajar para su sustento y otras podían ser mantenidas por sus familias. Con esto, el alcalde de la época, Ramón Rada, a través de decreto ordena:

“(...) Art. 1. Para mendigar públicamente se necesita de una patente que expedirá este despacho en vista de certificado que extienda el médico municipal, en el cual debe constar la invalidez o imposibilidad para consagrarse a trabajo alguno.
Art. 2. Además del certificado del médico municipal, el que solicite la patente para mendigar, debe comprobar la carencia absoluta de renta o beneficio que le proporcione alimento y abrigo necesarios, y que carezca de miembros de familia que se los suministren.
Art. 3. Los que obtengan patente para mendigar públicamente, sólo podrán hacerlo en los días martes y sábados de cada semana, y, en ningún caso, en otro día, so pena de ser privados de la patente (...)
Art. 4. Los indigentes deben pedir limosna en las casas y no a las personas en las calles y plazas. (...)”[1]

 “En el nombre de Dios le pido una limosna”
Fuente: Archivo Palacio de Justicia.
Con esta medida, sin ofrecer ninguna solución de por medio, se buscaba reducir el exceso de indigentes y mendigos en las calles y parques de la ciudad, que perturbaban la tranquilidad de sus transeúntes. Un periódico local escribía en 1938:
Entiendo que la mendicidad está reglamentada en el distrito, y sin embargo es imposible andar por las calles de Popayán porque a cada instante se ve asaltado el transeúnte por las continuas peticiones.
Ya no se puede entrar ni a los restaurantes, ni a los cafés, porque allí van a importunar. Y lo peor es que algunos de estos pordioseros ostentan a la vista de las autoridades de higiene, malos olores, inconfundible tuberculosis y otras enfermedades contagiosas.He visto ya aquí, madres ejerciendo de pobres, y durmiendo con sus hijos en los umbrales de casas contiguas al parque. Y hay otros peores: los pordioseros borrachos e impertinentes.Habiendo asilos y estando reglamentada la mendicidad, debe el Alcalde, enérgicamente impedir la molestia que se causa a los ciudadanos. Esto no va contra la caridad porque a todos los ciudadanos podría pedírseles una limosna mensual y gustosos la darían a cambio de verse libres de las molestias dichas.[1]
Popayán, Parque de Caldas. 1930 
Fuente: http://www.flickr.com/photos/jmarbol/4625139603/in/photostream/
Pero ¿Cómo se articulaba al discurso letrado de ciudad, ese universo social que se desbordaba del mismo?


[1] Luis Carlos Iragorri. Por la Ciudad. Semanario Claridad.1938. ACC


[1] Archivo Alcaldía de Popayán. Libro 2, decreto número 10 del 6 de Abril de 1922.


[1] 21 de junio de 1942. (AJP.)


LA CIUDAD DE LAS PRÁCTICAS. POPAYÁN 1930-1940



“El día o la noche en que el olvido estalle
salte en pedazos o crepite/
los recuerdos atroces y los de maravilla
quebrarán los barrotes de fuego
arrastraran por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido.”
Mario Benedetti.

La ciudad de las prácticas es la ciudad de la vida cotidiana, de las prácticas particulares de hombre y mujeres que reflejan la diversidad de las formas de ser, hacer y estar en el mundo, de relacionarse socialmente en un espacio y un tiempo común y a través de sus pensamientos, sentimientos y comportamientos construir la realidad social y cultural. Prácticas, que como lo señala Henri Lefebvre, no reducen lo cotidiano a la suma de acciones aisladas sin ninguna conexión social unas con otras, sino que son prácticas que deben mirarse como totalidad social, es decir los encadenamientos que se producen en un espacio social y en un tiempo social. “Lo cotidiano son los actos diarios pero sobre todo el hecho de que se encadenan formando un todo”[1]

Esta parte del trabajo es un acercamiento reflexivo a las prácticas y a la vida cotidiana en Popayán en las primeras décadas del siglo XX, a partir de los registros judiciales y criminales de la época. En Popayán, como en todas las ciudades, se encuentran atrapadas miles de historia, de espacios y tiempos esperando ser rescatados del silencio y la indiferencia para abrirse paso dentro de la historia y la memoria.



Popayán, Parque de Caldas. 1930 
Fuente: http://www.flickr.com/photos/jmarbol/4625139603/in/photostream/. 
Colección Arboleda Llorente. 


La ciudad del discurso dominante, la ciudad de la historia oficial, de la historia nacional, impuso hasta bien entrado el siglo XX, las construcciones discursivas de ciudad, donde los únicos protagonistas de sus historias fueron los personajes de las élites dirigentes. Personajes que por sus hazañas políticas, militares y/o sociales dominaron la narración histórica y el escenario urbano. Esta narración construida a partir de la exclusión, anuló otras formas discursivas de leer la ciudad desde las versiones de los hombres y mujeres que día a día la experimentaban y recorrían.

Las mujeres y los hombres de Popayán, que figuran en los expedientes judiciales de la época, construyeron su vida social y su cotidianidad en la intimidad de sus hogares, en las casas de sus vecinos y de sus compadres o comadres, en las zonas rurales, en sus barrios, en sus trabajos, en las plazas de mercado, en las cantinas, en las casas de lenocinio, en los comederos públicos, en las tiendas, en los parques, en las iglesias, en las cárceles, en las calles que “a pie limpio” transitaban a diario generando diferentes sentidos sociales de ciudad.

Parque de Caldas. 1930
Fuente: http://www.flickr.com/photos/jmarbol/4625139603/in/photostream/ 
Colección Arboleda Llorente. 



La eterna lucha entre el amor y el odio, el bien y el mal, descubría los mundos posibles de ciudad que desafiaban las rancias tradiciones, las jerarquías sociales y las costumbres religiosas. Los hombres y mujeres de Popayán con sus prácticas "desordenadas", "inmorales", "escandalosas", "lascivas", ofrecen una relectura de ciudad donde el orden hegemónico se desestabiliza y la solidez de sus nobles tradiciones de desvanece. 

En muchos lugares y espacios urbanos de Popayán las tensiones sociales estaban latentes, eran lugares que por el tipo de actividades que se realizaban, incitaban al conflicto pero también a la diversión y el placer. Bares, cantinas, casas de lenocinio, eran los lugares públicos de la ciudad donde el consumo de licor estimulaba los comportamientos violentos y ofensivos de hombres y mujeres. Conflictos que en su gran mayoría tenían como rasgo característico la ingesta desmedida de “guarapo” y aguardiente.

En este sentido, es reiterativo encontrar en los casos judiciales que los hombres y mujeres que propiciaban los delitos, las riñas callejeras y los escándalos públicos estuvieran incitados por el licor. “Las borracheras” estimulaban los actos delictivos y violentos entre los hombres y mujeres de Popayán:

“(...) Me llamo Delfina León tengo 35 años de edad, soy casada, de oficios domésticos, natural y vecina de este municipio, con residencia en Pisojé. Hoy como a las cuatro y media de la tarde me encontraba en mi residencia en Pisojé; llego mi denunciado embriagado a preguntarle a mi mama Rosario Lúligo del mercado, es decir del mercado que había comprado al denunciado y que se le había perdido sin saber donde lo había botado por la borrachera; como insistía en solicitarle con grosería a mi mama por tal mercado, cuando yo menos acorde (...) me ataco primeramente con la mano y me dio una gaznatada en la cara; luego me pare y siguió atacándome hasta que cogió una caña-brava y con ella me asesto varios golpes en la cabeza, descalabrándome continuo atacándome y me arrincono de forma que habría podido ultimarme (...)” [2]

Expediente por Lesiones Personales
Fuente: Archivo Judicial.


Las cantinas y las casas de lenocinio, eran los lugares de Popayán donde más se presentaban escándalos públicos. El consumo de licor, los encuentros amorosos y sexuales y los celos, propiciaban el escenario ideal para que las agresiones físicas y verbales fueran posibles. Eran lugares de diversión como de confrontación social.
“(...) Luego y como nos encontrábamos en el establecimiento “Embrujo del Trópico” nos fuimos a otro establecimiento, habiéndole prestado a la Piamba mi saco y mi sombrero ya que esta me dijo que se lo prestara. Así las cosas, luego nos fuimos a donde Romelia Realpe en donde la misma Josefina Piamba pidió una caneca de aguardiente y no la tomamos. Luego salí solo y volví después al mismo establecimiento y me senté y llame a Aura Angélica Marchan. Estaba con esta muchacha, cuando llego Josefina Piamba y nos vio y le dijo a un individuo que entraba con ella y cuyo nombre no se: “teneme este saco y este sombrero que voy a volear”, y se me fue encima Josefina Piamba y me arrebato a Aura Angélica Marchan a quien tenía yo cogida abrazándola, y la tomo del pelo y la sacó hacia el centro de la sala, la golpeo y la dejo tirada en la sala y luego salió del establecimiento (...).”[3]
Expediente por Lesiones Personales
Fuente: Archivo Judicial.
 Hombres y mujeres se insultaban y maltrataban a todas voces en las calles de Popayán:
“(...) a eso de las cinco de la tarde venia llegando a mi casa Tomas Sánchez, que venía por el Camellón de Oriente a Occidente y al verme en la puerta se subió al andén y al tiempo de pasar por donde yo estaba me dijo, so gran puta y me saco la ruana y me azoto las piernas; al verme ultrajada saque la pierna y le di una patada. Luego se hizo a un lado a desafiarme diciéndome que está sucia gran puta debía haber sido parida en un charco de gonorrea, que siete leches, que me iba a hacer maleficio, que me haría sacar de allí (...).”[4]
Expediente por Lesiones Personales 
Fuente: Archivo Judicial.
Los escándalos y desórdenes morales y sexuales, el actuar delictivo, las jergas iletradas, cristalizan diversas historias que se vivían en la sociedad payanesa de las primeras décadas del siglo XX. En tanto que la ciudad del discurso era un todo armónico, las realidades sociales concretas de la ciudad demostraban todo lo contrario.


[4] 27 de abril de 1942. (AJP.)


[3] 28 de septiembre de 1942. (AJP.)

[2] Expediente del 4 de julio de 1946. Archivo Judicial de Popayán, (en adelante AJP.) 

[1] Citado por: VILLORÍA, Lindón, Alicia. “Las Huellas de Lefebvre sobre la Vida Cotidiana.” En: Revista Veredas. p. 44. Recuperado de: http://biblioteca_digital/articulos/12.12-264-4134sbt.pdf.

lunes, 21 de enero de 2013

PLANIFICACIÓN Y CONTEXTO URBANO EN POPAYÁN. 1930-1940


Plano urbano de la ciudad de Popayán
Años 1920-1950

Fuente: Popayán Relicario de Colombia y arreglos de la autora.

1. Pomona/ 2. Río Molino/ 3. La Estancia/ 4. Vía Férrea/ 5. Carretera Vieja a Cauca/ 6. Hospital Centenario/ 7. El Callejón o Barrio de Bolívar/ 8. Estación del Ferrocarril/ 9. Bavaria/ 10. Barrio Belalcázar/ 11. Molino Belalcázar/ 12. Pista de Aterrizaje/ 13. Aeropuerto Machángara/ 14. Estatua de Bolívar/ 15. Avenida Santander/ 16. Cárcel/ 17. Parque de Mosquera/ 18. Morro de Tulcán/ 19. Estatua de Belalcázar/ 20. Piscina Municipal/ 21. Acueducto/ 22. Licorera/ 23. Belén/ 24. Chorro de la Pamba/ 25. Calle Tulcán/ 26. La Pamba/ 27. Altozano/ 28. Santa Catalina/ 29. La Ermita/ 30. Carrera 3ª/ 31. Calle Los Bueyes/ 32. Calle El Ejido/ 33. Calle Marcoscampo/ 34. Chorro de Marcoscampo/ 35. Calle la Carnicería/ 36. Calle Piedra grande/ 37. Carrera 5ª/ 38. Calle El Empedrado/ 39. Calle El Humilladero/ 40. Calle la Pamba/ 41. Calle 4ª/ 42. Calle 5ª/ 43. Calle 7ª/ 44. El Empedrado/ 45. Calle San Agustín/ 46. Puente de El Humilladero/ 47. Parque de Caldas/ 48. Carrera 7ª/ 49. Calle El Mascarón/ 50. Calle el Chocó/ 51. Chorro el Mascarón/ 52. Calle La Compañía/ 53. Calle de la Legislatura/ 54. Calle El Seminario/ 55. Calle El Chirimoyo/ 56. Carrera 9ª/ 57. Calle San Camilo/ 58. Calle San Rafael/ 59. Calle del Molino/ 60. Chorro Juan de Dios/ 61. Calle de la Moneda/ 62. Calle El Cacho/ 63. Calle La Lomita/ 64. Calle La Cárcel/ 65. San Camilo/ 66. La Lomita/ 67. Carrera 11/ 68. Carrera 10/ 69. El Achiral/ 70. Nacimiento de agua La Churrusca/ 71. Pandiguando/ 72. Finca La Esmeralda/ 73. Finca El Guayabal/ 74. La Ladera/ 75. Río Los Sauces/ 76. Calicanto/ 77. Al Refugio. Efraím Martínez/ 78. Casa de Caldas/ 79. El Buen Pastor/ 80. Moscopan/ 81. Loma del Azafate/ 82. Plaza de Ferias/ 83. Río Ejido/ 84. Matadero.    
     
Se ha tenido en cuenta dentro de la investigación, este plano de Popayán de 1920-1950 (aprox.), elaborado por Lyda E. Vejarano F. Este plano contiene valiosa información para el estudio urbanístico de Popayán a principios del siglo XX. Se encuentran los nombres que se asignaron a sus calles, muchos de ellos se conservan desde el siglo XVIII, la Carnicería, Altozano o Callejón, la Pamba, San Francisco y San Agustín. Calles que delimitan el núcleo urbano de Popayán en la primera mitad del siglo XX, así como también aparecen sus límites naturales, el río Molino y el río Ejido. Se observan además en este plano de la ciudad, los surtidores públicos de agua: Chorro de El Mascarón, Chorro de Juan de Dios, Chorro de Marcoscampo y Chorro de la Pamba.

La planificación urbana era un aspecto de suma importancia para las ciudades colombianas que empezaban a modernizarse a principios del siglo XX. Planificar las transformaciones y el crecimiento de las ciudades, aseguraba el progreso económico y productivo de las mismas en el contexto nacional e internacional. Pavimentación, electrificación, alumbrado público, sistemas de drenaje, recolección de basuras, movilidad urbana, transportes, vivienda, arborización, ampliación de calles, construcción de andenes, de zonas para el esparcimiento familiar, etc., fueron criterios tenidos en cuenta por la administración nacional y local en la planificación de las “nuevas” ciudades colombianas de comienzos del siglo XX.

Aparte de estas mejoras públicas, otro de los frentes del IV centenario y uno de los más
importantes en esta celebración, fue la edificación de monumentos. Estatuas y lugares que
marcaron la fisonomía urbana de Popayán. Se erige el monumento a Sebastián de Belalcázar.

Inauguración del monumento a Sebastián de Belalcázar en el morro de Tulcán.
Fuente: Archivo de la Fundación Caucana de Patrimonio Intelectual. Cortesía de Ricardo Quintero. http://fundacioncaucanadepatrimonio.ning.com/photo

El monumento a Tomas Cipriano de Mosquera, se decreta la edificación de los monumentos de José Hilario  López y José María Obando, Se realiza e inaugura el busto a Toribio Maya, el cuadro Apoteosis a Popayán el Panteón de los próceres el Palacio Nacional y la lapida dedicada a la mujer payanesa.

Cuadro Apoteosis a Popayán
 Fuente: Revista Popayán
             Panteón de los Próceres
Fuente: Revista Popayán. ACC.


El Edificio destinado a la Asamblea Departamental fue el asignado para erigirse el Panteón de los Próceres. La idea de constituir un panteón para los próceres payaneses, fue del rector de la Universidad del Cauca, señor Antonio José Lemos Guzmán.


              Fuente: Revista Popayán. ACC.
En el  muro del palacio municipal, al lado izquierdo, entrando al portón de la plaza, se colocó para ser inaugurada durante las fiestas del centenario, esta lapida de mármol: “En Homenaje A La Mujer Payanesa; Para Memoria De Su Valor Sereno, De Su Inteligencia, Abnegación y Piedad, De Su Virtud Que Plasmo Sabios, Héroes Y Santos; De Su Altivez y Su Lealtad Sublime, De Su Patriotismo Y De Su Gracia.” Cuarto Centenario De La Fundación- Año MCMXL. “El Palacio Municipal.” Revista Popayán. 1948























Además de los registros escritos y fotográficos también se cantó a Popayán. “Himno a Popayán en su IV centenario”, con éste himno se dio apertura a los eventos realizados en estas festividades. Cinco estrofas que glorifican la ciudad de Belalcázar, esa “tierra fecunda donde el Genio jamás se eclipsó”. Es la ciudad ideal de la sociedad letrada, urbanística y simbólicamente planificada para contar el peso de su historia a través del tiempo. “Popayán: cuatro siglos pregonan de tu vida el aliento creador.”

Himno a Popayán en su IV Centenario
Fuente: Revista Popayán. ACC.
La élite político-social payanesa a través de la prensa local sacó sus propias conclusiones de la celebración del IV centenario:
 “Un halito de estática majestad se sentía en la urbe, empavesada con grimpolas y gallardéeles en que se lucían de colores de nuestra bandera. Silencio solemne se cernía sobre calles y plazas, a punto tal que no se oyó un grito ni hubo un solo caso de policía correccional en los tres días de las festividades, a pesar de la enorme afluencia de personas extrañas: todos los habitantes de la ciudad, sin esfuerzo ni mandato de nadie, se pusieron al unisonó para hacer de estos actos un certamen de noble decoro y de alta disciplina. Esta nota característica fue para nosotros lo de mayor significación, porque era el trasunto del alma de un pueblo. Luego convergieron circunstancias que solamente aquí pudieron reunirse: la sagrada y patriótica significación de las urnas cinerarias, con los grandes nombres en ellas esculpidos; la prestación de los oradores; el ambiente tradicional de la ciudad, nartesio de recuerdos gloriosos, según la expresión del señor Suarez; la elación de un noble orgullo; la intima compenetración con el alma de la patria. Todo marco época en los anales de Popayán, como superación de un pueblo inteligente, artista y culto.” Revista Popayán, 1948.
Pero ¿que ocultaba esta sociedad de tan “elevadas cualidades” en el trasfondo de sus relaciones sociales y del comportamientos particular de sus habitantes en la cotidianidad de la ciudad?

LA CIUDAD DEL DISCURSO. POPAYÁN 1930-1940


"Exactamente como el hombre transforma el mundo que lo rodea,
se transforma así mismo en el proceso de la historia.
El hombre es por así decirlo, su propia creación".
Erich Fromm

Las ciudades siempre han estado circunscritas desde sus inicios a proyectos y  construcciones discursivas que las configuran y les otorgan su carácter particular en la historia. La ciudad que ha privilegiado el discurso dominante, es la ciudad que se ha configurado desde las élites político-sociales, que con visos de hegemonía pretenden establecer la identidad y memoria colectiva en sociedades culturalmente diversas.

Al aludir a la Ciudad como discurso, entendamos esta elaboración discursiva como un tipo especifico de práctica social. Son las prácticas dominantes, organizadas y ejercidas desde los grupos de poder político, económico y social que administran y privilegian el escenario urbano en diversos sentidos. Esa administración se ejerce en la organización y distribución del espacio urbano, sus formaciones simbólicas, la manera como se nombran desde la oficialidad los espacios de la ciudad y se pretenden regular las prácticas de sus habitantes en estos.

Este capítulo aborda como la coyuntura del IV Centenario de fundación de Popayán, concibió una ideología particular de lo urbano, en su avance hacia la modernización de la ciudad, ligada a la configuración simbólica del espacio y orientada hacia la integración y unificación social en torno a un discurso y una memoria particular de ciudad, desde lugares, emplazamientos, personajes, monumentos y fechas específicas. 

Imagen Oficial del IV Centenario de Popayán
Fuente: Archivo Central del Cauca

Las ciudades como los discursos son construcciones y prácticas sociales, parten de la concepción ideológica de sus pobladores. Sus representaciones, individuales o colectivas, vagas o concretas, son indicios de la esencia que las constituyen como ciudades, representaciones que son de una diversidad infinita; lenguajes, imágenes, tiempos, ritmos, escrituras, símbolos que narran la ciudad a cada paso y que en efecto hablan de su historia. 

Al iniciar el siglo XX, Popayán era una ciudad que urbanísticamente no tenía nada que ofrecer; lodazales, lotes desolados utilizados como basureros, malos olores, edificaciones deterioradas, ausencia de acueducto propio y carencia de electricidad, casas a punto de caerse, caminos de difícil acceso, era un poco el panorama de la ciudad. Para ilustrar los primeros años de vida de la ciudad a la luz del siglo XX, el trabajo del historiador Gerson Galo Ledezma, “Inventando la Ciudad Blanca”, es un interesante material en este sentido. [1]

Pero es con la celebración del IV centenario, que Popayán experimenta cambios significativos en la planeación y construcción de su núcleo urbano. Aunque en los primeros años del siglo XX se adelanto en algunos aspectos, fue en la década del treinta donde se advierten cambios urbanísticos importantes. Monumentos, placas, panteones, museos, arquitecturas, pinturas, poesías, hablaban de la grandeza histórica de la ciudad. 

Llegado el año de 1930 y durante toda esta década, una de las mayores preocupaciones de la élite político-social payanesa, fue la preparación urbanística y estética de Popayán para celebrar su IV centenario. A través de una simbología pomposa y un discurso totalizante, quiso señalar el pasado ilustre de la ciudad y conservar su herencia colonial. Sin abandonar el influjo de sus tradiciones religiosas y aristocráticas, el pasado, como centinela de ese presente de la ciudad, aparece para organizar el rostro visible de Popayán.


[1] MENESES Ledezma, Gerson Galo. Inventando la Ciudad Blanca: Popayán, 1905-1915. En: Memoria y Sociedad. Revista del departamento de Historia y Geografía Vol. 1. N. 3 Bogotá. 1996.